Por Sociedad Educadora
Aun con el despliegue de campañas de salud, el tabaquismo sigue siendo un desafío mundial, sobre todo, en materia de enfermedades crónicas prevenibles. Y hoy, el vape se ha sumado a esta problemática pública en adolescentes y jóvenes.
Con el cigarro convencional se inhala humo. Con el vapeador, vapor, pero con ambos el usuario consume sustancias nocivas y son proclives a adquirir una adicción.
Para el caso del tabaco, a lo largo de los años se han empleado estrategias para disuadir a las personas de consumirlo y prevenir que otros se inicien en este hábito perjudicial.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demostrado diferentes medidas que salvan vidas y reducen costos al evitar gastos en atención de salud. Consisten en:
- Vigilar el consumo de tabaco e implementación de políticas de prevención.
- Proteger a la población del humo del tabaco.
- Ofrecer ayuda para abandonar su consumo.
- Advertir a las personas de sus peligros.
- Hacer cumplir las prohibiciones sobre publicidad, promoción y patrocinio.
- Aumento de los impuestos sobre el tabaco.
¿Cómo las campañas de salud lograron inhibir la intención de consumo de tabaco?
La información sobre los riesgos de fumar tabaco es constante y clara, pero ha sido un trabajo de años de investigación, inversión y comunicación, además de diferentes alianzas. Esto ha dado como resultado una verdadera disminución de consumo de tabaco a nivel mundial.
De todas las regiones de la OMS, el descenso más pronunciado de las tasas de prevalencia a lo largo del tiempo se observa en la Región de las Américas. La tasa media de consumo de tabaco ha pasado del 21% en 2010 al 16% en 2020.
Los efectos del tabaquismo en la salud son ampliamente conocidos y bien documentados, incluso, podemos ver cómo en las cajetillas de cigarrillos se alerta sobre las consecuencias a los consumidores con imágenes crudas y realistas.
Esto, debido a que la industria tabacalera ha enfrentado una mayor regulación y restricciones en la publicidad y comercialización de productos de tabaco en comparación con la industria del alcohol.
Las campañas antitabaco han sido respaldadas por esfuerzos regulatorios más estrictos, mientras que la industria del alcohol a menudo ejerce una influencia considerable en la política y la regulación.
Pero, si ya se han cumplido metas con respecto a la disminución del consumo del tabaco, ¿cuál es el nuevo reto?
En las últimas décadas, hemos presenciado una notable transición en los hábitos de consumo de tabaco, especialmente entre los jóvenes. Esta transición ha sido impulsada principalmente por la creciente popularidad de los vapeadores como una alternativa aparentemente menos dañina al cigarro tradicional. ¿Cómo ha sido este cambio de paradigma?
Los cigarrillos electrónicos y los vapes son dispositivos que generan vapor para ser inhalado, pero se diferencian en su diseño y funcionalidad. Mientras que el término «vape» abarca una variedad de dispositivos electrónicos para inhalar vapor, los cigarrillos electrónicos se asemejan más en apariencia y operación a los cigarrillos tradicionales. Los vapes pueden ofrecer una gama más amplia de opciones de personalización en términos de potencia y configuración, mientras que los cigarrillos electrónicos tienden a ser más simples y compactos.
De acuerdo con el sector salud, en México se estima que el 45% de los adolescentes conocen los vapeadores y 1.7 millones de personas los consumen; en apego a los estudios, el uso del vape podría desencadenar adicciones a temprana edad.
A pesar de sus riesgos para la salud del usuario y de la posibilidad de adquirir una adicción, el diseño de estos dispositivos es una especie de espejismo que oculta los riesgos que implica.
Según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas en Estados Unidos (NDA por sus siglas en inglés) los cigarrillos electrónicos surgieron en el mercado de Estados Unidos en el año 2007 y su popularidad ha crecido tan rápido, así como lo ha hecho su diversificación de presentaciones.
La transición del cigarro al vape ha sido facilitada por varios factores clave. En primer lugar, el vapeo se percibe comúnmente como una opción más segura en comparación con fumar cigarros tradicionales.
Esta percepción se debe a la falta de combustión en los vapeadores, lo que elimina la inhalación de humo y muchos de los químicos dañinos presentes en los cigarros convencionales.
Además, los vapeadores ofrecen una variedad de sabores atractivos que no se encuentran en el tabaco tradicional. Esta diversidad de sabores, que van desde frutas hasta postres, ha sido especialmente atractiva para los jóvenes que buscan experiencias sensoriales nuevas y emocionantes.
Otro factor crucial ha sido el cambio cultural en torno al tabaco. En muchos lugares, fumar cigarros tradicionales ha perdido su estatus social y se ha asociado cada vez más con hábitos poco saludables. En contraste, el vapeo se ha presentado como una alternativa más aceptable y menos estigmatizada.
Sin embargo, a pesar de esta transición hacia el vapeo, es importante reconocer que los vapeadores no están libres de riesgos para la salud, ya que contienen nicotina y otros productos químicos que pueden tener efectos adversos en la salud, especialmente en el desarrollo cerebral de los adolescentes.
Fumar es fumar
En conclusión, la transición del cigarro al vape ha sido impulsada por una combinación de percepciones sobre su seguridad, la diversidad de sabores, la influencia de la tecnología y los cambios culturales en torno al tabaco. Sin embargo, es crucial educar a los jóvenes sobre los riesgos potenciales para la salud asociados con el vapeo y promover hábitos de vida saludables y libres de tabaco.
Fumar es fumar, ya sea tabaco o vape. Ambos causan enfermedades crónicas.