Las campañas de prevención gubernamentales como «El fentanilo mata» y «Si te drogas te dañas» representan esfuerzos valiosos para desalentar el consumo de drogas. Sin embargo, la evidencia y la experiencia muestran que limitarse a mensajes prohibicionistas o a satanizar las sustancias no es suficiente para generar cambios sostenidos en la conducta, especialmente entre niñas, niños y adolescentes. Más allá de señalar la composición o los daños de una droga, la prevención efectiva requiere informar, educar, concientizar y fortalecer las habilidades socioemocionales y de toma de decisiones de los más jóvenes.
En la actualidad, las campañas oficiales se concentran en advertir sobre los riesgos, lo cual es una pieza importante del rompecabezas, pero se necesita una estrategia más amplia que incluya también educación de calidad, legislación efectiva, apoyo continuo a las familias y métodos de disminución de riesgos para fomentar una responsabilidad individual y colectiva. No es lo mismo prevenir el consumo de fentanilo que el de alcohol o vapeadores: cada sustancia requiere un enfoque adaptado a su realidad social, cultural y de acceso.
Desde los hogares, la prevención comienza con información clara y un entorno de confianza. No se trata de imponer controles rígidos, sino de acompañar, dialogar y sensibilizar sobre los daños de las sustancias, preguntando dónde están, pidiendo que compartan su ubicación y recordando la importancia de cuidarse, desde la preocupación genuina y no desde la vigilancia punitiva.
Las cifras respaldan la urgencia: El consumo de drogas aumentó 28 por ciento en 10 años, de acuerdo con el reciente Informe Mundial Sobre Drogas 2025 de Naciones Unidas, el cual reporta que en el presente un total de 316 millones de personas consumen estupefacientes; entre las causas que han originado este incremento se encuentran la inestabilidad global y el incremento de personas en situaciones de vulnerabilidad.
En Fundación Sociedad Educadora, nuestras investigaciones alertan sobre un fenómeno preocupante: el 23% de estudiantes de educación básica encuestados reconoce haber probado alcohol más de una vez, y el 78% afirma que en su familia se consume esta sustancia. Por ello, nuestro compromiso es trabajar con modelos de intervención universal que fortalezcan la capacidad de decisión, la conciencia emocional y las redes de apoyo.
Construir un futuro libre de adicciones implica actuar desde la infancia, identificando y reduciendo todos los factores de riesgo posibles. A través de talleres de educación emocional, programas preventivos y estrategias de intervención temprana, buscamos ofrecer a cada niña y niño un entorno que respete su dignidad, fomente su crecimiento y les permita elegir la libertad y la paz como proyecto de vida.
