En México, el abandono y la falta de oportunidades para los jóvenes han creado un caldo de cultivo perfecto para que muchos se vean atraídos por el narcotráfico. Este fenómeno no es nuevo, pero su evolución y la incorporación alarmante de adolescentes y jóvenes adultos a las filas del crimen organizado merecen una reflexión profunda, especialmente en el contexto del Día Internacional de la Juventud.
Contexto de abandono y desesperanza
En ciudades como Culiacán, la incorporación de adolescentes y jóvenes al narcotráfico no solo responde a la falta de acceso a educación de calidad y empleos bien remunerados, sino también a un contexto más amplio de precarización y desesperanza. La desintegración de los tejidos sociales y familiares, combinada con un sistema que a menudo falla en proporcionar alternativas viables, crea un caldo de cultivo ideal para el narcotráfico.
El fenómeno del narcotráfico no es simplemente una cuestión de enriquecimiento rápido. Los jóvenes no solo buscan dinero; lo que les atrae es el acceso y la calidad de las sustancias, y la posibilidad de solventar su consumo personal. Esta dinámica revela que la participación en el narcomenudeo también responde a una búsqueda de satisfacción inmediata y de un horizonte de posibilidades que el Estado, por omisión o acción, les niega.
La atracción del narcomenudeo: incentivos y necesidades
El narcotráfico ofrece a los jóvenes algo que la sociedad y las instituciones no pueden: un sentido de pertenencia, empoderamiento y un horizonte de posibilidades. La participación en el narcomenudeo se convierte en una forma de reivindicación y agencia personal en un contexto de precarización de la vida y falta de opciones viables.
Estos jóvenes encuentran en el narcotráfico no solo una fuente de ingresos, sino también una serie de incentivos simbólicos. El reconocimiento de los pares, los encuentros sexuales, el consumo irrestricto de sustancias ilícitas, la fiesta, la adrenalina y el estatus de «macho alfa» o «hembra alfa» son aspectos atractivos que el narcomenudeo ofrece. En contraste, las instituciones sociales y el sistema en general parecen incapaces de ofrecer alternativas igualmente atractivas o empoderadoras.
La realidad del abandono y la desigualdad
Este abandono y la falta de oportunidades no solo aumentan la vulnerabilidad de los jóvenes, sino que también amplían las paradojas entre lo que deberían ser sus expectativas y las limitaciones impuestas por su realidad económica, social, política y cultural. La orfandad ciudadana y el desempoderamiento frente a gobiernos fallidos y clientelismo electoral agravan esta situación, creando un ciclo de desesperanza y criminalidad.
El narcomenudeo, al proporcionar un sentido de propósito y pertenencia, se convierte en una vía para que los jóvenes traten de revertir su condicionamiento limitativo. Aunque son conscientes de los riesgos y la estigmatización asociados con esta práctica, los incentivos de vida que ofrece el narcotráfico superan sus preocupaciones por la moralidad y la legalidad.
Un llamado a la acción en el Día Internacional de la Juventud
El Día Internacional de la Juventud nos ofrece una oportunidad para reflexionar y actuar. Es fundamental invertir en programas educativos y laborales que ofrezcan a los jóvenes alternativas viables y atractivas. Además, debemos fortalecer el tejido social y familiar, promoviendo valores y estructuras que puedan ofrecer el apoyo necesario.
La clave está en las decisiones asertivas y el desarrollo socioemocional
La realidad de los jóvenes involucrados en el narcotráfico refleja una profunda crisis de abandono y falta de oportunidades. En este contexto, el desarrollo socioemocional emerge como una herramienta clave para prevenir la involucración en el crimen organizado y facilitar la reintegración de los jóvenes en riesgo.
El desarrollo socioemocional ayuda a los jóvenes a:
1. Fomentar la autoconciencia y la autorregulación: reconocer y gestionar emociones permite tomar decisiones más informadas y evitar caminos destructivos.
2. Promover habilidades de resolución de conflictos: manejar conflictos de manera constructiva y buscar soluciones pacíficas reduce la propensión a involucrarse en actividades ilícitas.
3. Desarrollar una red de apoyo: crear espacios de apoyo y pertenencia es crucial para ofrecer alternativas al narcotráfico.
4. Ofrecer alternativas y oportunidades: programas educativos y laborales que respondan a los intereses y talentos de los jóvenes son esenciales para brindar opciones viables.
5. Reforzar la autoestima y el sentido de pertenencia: promover actividades que desarrollen habilidades y ofrezcan reconocimiento positivo contrarresta la atracción del narcotráfico.
Invertir en el desarrollo socioemocional no solo es una estrategia preventiva, sino un compromiso con el bienestar integral de nuestros jóvenes. Ofrecerles las herramientas necesarias para entenderse a sí mismos y tomar decisiones asertivas es fundamental para construir una sociedad más justa y segura.