Una encuesta realizada en septiembre de este año por Sociedad Educadora a 990 estudiantes en escuelas de Culiacán, Mazatlán, Guasave, Mocorito, Badiraguato y Eldorado encendió una alarma que no puede ignorarse: el 46% del alumnado considera que los problemas emocionales como: depresión, tristeza, ansiedad o enojo son la principal causa que los lleva a pensar en el consumo de drogas.
El hallazgo revela una verdad incómoda: niñas, niños y adolescentes en Sinaloa están viviendo bajo una carga emocional que supera sus herramientas para enfrentarla. La violencia, la presión social y la falta de oportunidades agravan un escenario en el que las emociones mal gestionadas se convierten en un campo fértil para la adicción.
Y aunque reconocen el riesgo, la encuesta deja ver su fragilidad emocional. Solo un 35% de los estudiantes admite que solo “a veces” encuentra formas positivas de resolver sus problemas, un dato que refleja la debilidad en la resiliencia y la incapacidad de tomar decisiones sanas frente a la adversidad.
Este titubeo constante revela algo más profundo: una generación atrapada en la frustración, sin suficientes recursos emocionales para levantarse cuando la vida los golpea. En estas condiciones, la decepción y la impotencia se convierten en detonantes de riesgo, y el consumo de sustancias aparece como una falsa salida al dolor y al vacío emocional.
“No estamos hablando sólo de cifras, estamos hablando de la vida y el futuro de nuestros jóvenes. Si no les damos herramientas para reconocer y manejar sus emociones, el consumo de drogas y otros riesgos se convierte en una tentación cercana y peligrosa. La salud emocional debe colocarse en el centro de la prevención”, señaló Nilzy Angulo, Directora de Sociedad Educadora.
Por ello, el fortalecimiento de la salud emocional debe colocarse en el centro de la agenda preventiva. No basta con advertir sobre los peligros de las drogas: es urgente enseñar a niñas, niños y adolescentes a reconocer, procesar y transformar sus emociones en un contexto donde cada decisión puede marcar la diferencia entre un futuro con esperanza o uno atrapado en las adicciones.
El trabajo de Sociedad Educadora apunta en esa dirección: generar espacios de prevención y educación que no solo alertan del problema, sino que dotan a la juventud de herramientas para resistir la presión del entorno, fortalecer su capacidad de decisión y encontrar salidas positivas frente a las dificultades de la vida.

